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29.3.10

CANSADOS DE BANDERÍAS


Cuando se lanzó la idea de la capitalidad cultural europea conjunta de Oviedo, Gijón y Avilés, alentada desde el Gobierno del Principado de Asturias, respaldada unánimemente por los tres ayuntamientos y con una importante simpatía ciudadana (empezando por la nutrida asistencia a las actividades de la Noche Blanca en octubre de 2008), la propuesta fue acogida con esperanza, no sólo por la posibilidad de conseguir el reconocimiento, sino, sobre todo -casi con independencia de sí se lograba finalmente la distinción- por la oportunidad que comportaba para romper con los recelos a la colaboración institucional que dominan la orientación política de nuestro Alcalde. Efectivamente, pocas veces hemos visto en él y en su equipo un ejercicio generoso de la condición de gobernantes de la capital política y administrativa del Principado de Asturias, superador de dinámicas localistas y que permitiese un liderazgo compartido basado en la cooperación y el entendimiento con el resto de administraciones. Con la participación de Oviedo en este proyecto conjunto parecía que tímidamente se abría una grieta en la monolítica tozudez aislacionista de gobierno local, incluso con la reformulación de la candidatura, aceptada por las otras dos ciudades, para que fuese Oviedo la que formalmente concurriese aunque con la participación activa del resto en la oferta.
El Alcalde nos ha devuelto, sin embargo, a la cruda realidad de lo que tenemos sentado en el gobierno municipal. Era raro que no sucediese, pues en su código político básico y en su proceder habitual ya ha quedado demostrado reiteradamente que no hay espacio para proyectos que signifiquen apertura y colaboración con terceros si a éstos no los puede controlar o no dependen directamente de él. Hasta aquí, el guión es conocido y el desenlace, repetido, forma parte del triste paisaje institucional de la ciudad.
Lo que empieza a causar un hartazgo difícil de soportar es el insistente llamamiento del Alcalde a las filas de un supuesto ovetentismo ante un presunto enemigo (interior y exterior, como en la retórica dictatorial) de los intereses locales. La convocatoria, por otra parte, es cada vez más desesperada, pobre en argumentos y estridente en las formas ante la falta de otros recursos. La utilización de la terminología belicista, iniciada con la falsa cantinela del cerco a Oviedo, prosigue en un grado superior que roza el ridículo (denuncias de quintacolumnismo incluidas), y si no estuviésemos hablando, al fin y al cabo, de cuestiones algo mundanas y de las limitadas potestades de un Alcalde provinciano, casi inspiraría inquietud. No olvidemos que la principal estratagema del autoritarismo de toda especie es la búsqueda, a modo de excusa y para tener bien apiñada a la grey, de un contrario a quien señalar, incluso entre los cercanos, para ocultar las carencias propias. Traducida esta dinámica a la política local, la pretendida confusión de identidades entre el municipio y el gobierno local sólo funciona como estrategia si pone en el disparadero a alguien (generalmente la oposición), y en este caso concreto a quien ose cuestionar la candidatura exclusiva de Oviedo patrimonializada por su Alcalde. No obstante, su credibilidad en estos juegos está ya bastante minada como para que los ovetenses nos pongamos a recelar los unos de los otros en un campeonato de innecesarias y artificiales demostraciones de amor a Oviedo.
Así las cosas, la fugaz participación de Oviedo en la iniciativa conjunta queda apenas como un espejismo y la candidatura ahora replanteada en solitario nace enormemente lastrada ante las competidoras, como bien sabe el propio Alcalde, que ya anda responsabilizando a otros, desde el minuto cero, de un posible fracaso que será ante todo suyo. En fin, el escorpión vuelve a picar a la tortuga en medio del río; ya sabemos que lo hace porque va en su propia naturaleza.

Publicado en Oviedo Diario, 20 de marzo de 2010.