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16.12.09

AMINETU VALIENTE


En el momento de escribir estas líneas Aminetu Haidar cumple 25 días de huelga de hambre en protesta por la negativa de las autoridades marroquíes a permitir su regreso a El Aaiún, capital del Sahara Occidental ocupado. Aminetu ha puesto su integridad física en riesgo, a través de esta medida de presión, para centrar la atención sobre su caso y conseguir el respaldo internacional que le permita retornar a su tierra, con su familia. Como es sabido, Marruecos devolvió y retiró el pasaporte a la activista, aplicando una técnica genuina de los regímenes autoritarios y dejándola en situación de apatridia de facto, con la pretensión de evitar que pueda continuar en el propio Sahara su reivindicación de los derechos civiles y políticos de los saharauis. Ninguna otra opción que no sea permitir su regreso y permanencia en el Sahara Occidental es válida, porque con otro estatus o con pasaporte de otro Estado (por ejemplo previa obtención de la nacionalidad española por carta de naturaleza, según el bienintencionado ofrecimiento inicial del Ministerio de Asuntos Exteriores) no podría asegurarse la posibilidad de permanecer de forma prolongada en un territorio como el saharaui -en situación de excepción- y para élla dar continuidad a la lucha por los derechos de su pueblo, sobre el terreno, es la razón de su vida.
Aminetu Haidar, antes de este episodio que la ha hecho saltar a la actualidad española, era ya una reconocida defensora de los derechos humanos, premiada con prestigiosos galardones como el Premio Robert F. Kennedy. Su voz ha resonado incesantemente en la denuncia del apartheid que, en la práctica, padecen los saharauis en los territorios ocupados por Marruecos. Ha protagonizado movilizaciones y protestas contra la creciente represión que padecen los saharauis a manos de las fuerzas de seguridad y militares de la potencia ocupante, sufriendo ella misma la tortura y el encarcelamiento. No es la única: otros activistas saharauis están padeciendo el zarpazo de la brutalidad persecutoria de las autoridades marroquíes: Ali Salem Tamek, Brahim Dahane, Ahmedi Naceri, Idagia Lachgare, Saleh Loubbihi, Yahdih Ettarrouzi, Rachid Seghayer y una larga lista de nombres desconocidos para la opinión pública pero que corresponden a presos de conciencia que están pagando con su libertad la lucha de todo un pueblo por el reconocimiento a sus legítimos derechos.
Aminetu ha conseguido, además, que muchos, ajenos hasta ahora al conflicto, se pregunten por las causas de fondo de la cuestión saharaui. Acontecimientos como éstos son, no lo hay que olvidar, consecuencias de la injusta situación derivada de un proceso de descolonización inconcluso. La enorme responsabilidad española en el desamparo de los saharauis arroja una sombra de culpabilidad colectiva que nos debe avergonzar, y que sólo se enjugaría con una apuesta suficientemente decidida –que no se ha producido hasta la fecha- por restaurar la legalidad internacional y permitir el ejercicio del derecho de libre determinación del pueblo saharaui. La falta de entereza de la comunidad internacional para velar por el efectivo cumplimiento de la Carta de las Naciones Unidas y los apoyos estratégicos con los que ha contado Marruecos para mantener una ocupación ilegal de la mayor parte del territorio del Sahara Occidental, han provocado un bloqueo de la situación durante largos años, a pesar de los esfuerzos negociadores y de la flexibilidad para el diálogo del Frente Polisario y las autoridades de la proclamada República Árabe Saharaui Democrática (reconocida por más de 80 países y miembro de la Unión Africana). A quienes se atreven a criticar con ligereza a los interlocutores saharauis cabría recordarles que el Polisario llegó a aceptar en 2004 como solución el Plan Baker II, que contemplaba la celebración del referéndum de autodeterminación tras un periodo previo de autonomía, lo cuál ya constituía una cesión muy relevante, por admitir, aunque fuese transitoriamente, la autoridad marroquí; la salida quedó frustrada (como el Plan de Paz de 1991 y los posteriores intentos de reimpulsarlo) por la falta de firmeza internacional y la intransigencia de las autoridades marroquíes, empeñadas en ensoñaciones imperiales que no hacen sino distraer la atención de sus problemas internos.
La tenacidad de Aminetu Haidar, con peligro para su propia vida, no es inútil ni obcecada, aunque resulten comprensibles los llamamientos a evitar un deterioro irreversible de su salud. Su dignidad extraña a los ojos acomodados de algunos, pero despierta la admiración y el respeto de la mayoría; no en vano Aminetu ha concitado una notable ola de respaldo ciudadano y, por fin, parece que ha motivado reacciones diplomáticas que comienzan a ser perceptibles –por la Unión Europea y Estados Unidos- y que posibilitan albergar la esperanza de que Marruecos deberá ceder y permitirle regresar a casa. Tenemos que hacerlo realidad porque su lucha, de una u otra manera, nos concierne a todos.

Publicado en Oviedo Diario, 12 de diciembre de 2009.