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21.10.09

MOSCAS A CAÑONAZOS


He seguido con gran interés el debate suscitado en los últimos días a raíz de la presentación, por parte del Equipo de Gobierno municipal, del Proyecto de Ordenanza Municipal de Convivencia Ciudadana, que se encuentra actualmente en tramitación en el Ayuntamiento de Oviedo, y que previsiblemente se aprobará merced a la mayoría absoluta con la que cuenta el Partido Popular en la Corporación, con pocos o ningún cambio sobre el texto propuesto. Sorprende en primer lugar, y puede ser un error de estrategia política de bulto, que el propio Gobierno local plantee esta cuestión de la forma en la que lo ha hecho, sacando a la luz sin debate ciudadano previo, sin una aparente justificación acreditada y dando por hecho su aprobación, un Proyecto de Ordenanza en el que predomina el carácter sancionador, y que desgrana –y castiga- diferentes conductas consideradas incívicas, aludiendo a una imperiosa necesidad de reprimir tales comportamientos como si la ciudad se encontrase enormemente acuciada por problemas de inseguridad y vandalismo. Pero lo cierto es que no parecía existir una intensa demanda social de una normativa como la sugerida, ni, por fortuna, los problemas de esa naturaleza son en la actualidad de la magnitud que nos han pintado, a pesar de episodios puntuales.
Hasta ahora, al menos, se puede presumir de que, en el conjunto de Asturias, y desde luego en Oviedo, se disfruta de unos niveles de seguridad razonables y de una adecuada convivencia, en términos generales, y es esa relativa tranquilidad, y el clima de tolerancia y respeto al que se asocia, uno de los activos más importantes con los que contamos. Claro que ésto no es gratuito, y que requiere un importante esfuerzo, empezando por garantizar una mínima cohesión social que impida que queden fuera de juego capas enteras de la población, y siguiendo por la necesaria reflexión sobre la importancia de preservar los derechos de los conciudadanos. Y claro que, en un contexto general de incremento de tensiones, de crisis económica y de fuerte tendencia individualista existen conductas incívicas e insolidarias y problemas de inseguridad que nos deben preocupar, y a los que hay que dar respuesta, también desde el punto de vista punitivo si es necesario. Pero, hoy por hoy, visto en conjunto, y sobre todo en comparación con otras ciudades, regiones y países, en Oviedo, antes de emprender a la ligera cualquier senda prohibicionista, tenemos que valorar positivamente el aceptable nivel de seguridad en el que vivimos.
El error, en el caso del Proyecto de Ordenanza del que hablamos, surge cuando, a determinadas pautas de comportamiento que generan molestias a terceros o que impiden el uso normal del espacio público, se responde de forma escasamente reflexiva, alimentando la espiral sancionadora y dando una respuesta eminentemente represiva, que además, como el propio Gobierno local reconoce, es importada de otras ciudades bien diferentes y cuya eficacia no está ni mucho menos contrastada. En primer lugar, se está transmitiendo a la sociedad un mensaje que puede ser equivocado, exaltando por sistema las políticas de mano dura, ante una realidad que no es tan crítica como para dar un tratamiento de excepción, y cuyos conflictos pueden además abordarse desde otras perspectivas. En segundo lugar, a la hora de identificar qué conductas merecen reproche y castigo, se aplica una visión profundamente conservadora, dirigida a esconder problemas sociales antes que a afrontarlos (mendicidad o prostitución, por ejemplo), o que directamente coloca en el disparadero algunas prácticas cuyo presunto perjuicio social es bastante discutible, tómese como ejemplo la pretendida prohibición del skate fuera de espacios autorizados, la limitación de juegos deportivos en la calle, la venta de clínex en un semáforo o incluso, en determinados casos (con todas las cautelas razonables), que un grupo de jóvenes se sienten en un parque a tomar unas copas, porque, y ésto aunque parece obvio hay que recordarlo, no todo el consumo de alcohol en la vía pública acaba en vomitonas, escándalos, suciedad y comas etílicos.
Quizá fuese necesario tipificar algunas conductas lesivas y sancionarlas, como hace el Proyecto de Ordenanza. Pero una regulación como ésta hubiera sido merecedora de un debate previo más amplio, con intervención de las asociaciones ciudadanas y voluntad de acuerdo social y político, y, sobre todo, con una visión mucho más amplia –educativa y de promoción del civismo- a la que el Ayuntamiento parece haber renunciado.

Publicado en Oviedo Diario, 10 de octubre de 2009.