Lynndie England vs. Rachel Corrie
Lynndie England tiene 21 a?os y es cabo primero de la policía militar. Se enroló en el ejército estadounidense a los 17 a?os, seguramente para escapar de sus precarias condiciones sociales, quizás un poco atolondrada por el infantil patriotismo con el que los halcones de la Casa Blanca han conectado a la perfección a golpe de consigna. La soldado England, por su nombre bien podría haber sido símbolo de la cruzada común entre Bush y Blair a la conquista del mundo; o, por un golpe de azar, podría haber sido encumbrada a la categoría de heroína nacional, quintaesencia del sue?o americano y reina del marketing imperial, como la soldado Jessica Lynch –otra cría de 19 a?os-. Pero ha acabado por representar, en el reverso del circo bélico-mediático, la expresión de la brutalidad y miseria humana, fotografiándose ante un amasijo de cuerpos de prisioneros iraquíes en la prisión de Abu Ghraib como quien lo hace ante la Gioconda en el Louvre.
Rachel Corrie, estudiante de la Universidad de Olympia, Washington, fue aplastada por un tracto nivelador militar israelí el 16 de marzo de 2003. En las imágenes que pudimos ver parecía un cuerpo de trapo desencajado, casi irreal, porque no podíamos dar crédito al feroz asesinato de esta activista que defendía la casa de civiles palestinos en Rafah, armada con un megáfono y el sue?o de despertar a la opinión pública mundial. Rachel Corrie jamás hubiera sido condecorada por Bush; de haber podido continuar su actividad pacifista hubiera sido considerada una “peligrosa liberal” –algo así como el apelativo “progre trasnochado” que tanto profirió Aznar- por la Fox o el Financial Times.
Ambas son productos, sin embargo, de la misma sociedad, miope simplona y destructiva, sí, pero que puede también ser brillante y comprometida. Una contradicción temible.
Versión en castellano. Publicado el 21 de mayo de 2004 en Les Noticies.
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