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9.3.06

MADRID

Cuando no sangre más así la sangre,
Ese día, por fin, será el futuro.


(Ángel González, “Otra vez”)

Madrid ha sido históricamente para los asturianos tierra de promisión y trampa vital al mismo tiempo. El asturiano difícilmente es profeta en su patria y ha de cruzar mares y océanos o pasar Pajares para transformar, como por ensalmo, su plácido ensimismamiento en capacidad de iniciativa y ansias por emprender nuevos y viejos proyectos. El lugar que el asturiano ama es su valle, el entorno único neblinoso, intrincado y propio que siente como parte de sí mismo. El lugar en que el asturiano es capaz de triunfar, sin embargo, está lejos de su arcadia particular. Muchas veces es Madrid el destino de sus pasos cuando se le ha quedado peque?o su espacio para el tama?o de sus expectativas, a veces cumplidas, otras veces frustradas.
Por eso Madrid está muy cerca de todos los asturianos, como estación intermedia para éxitos y fracasos. Por eso Madrid es amado, respetado y temido, por inabarcable, desconocido y sugerente. Por eso el día 11 de marzo de 2004 Asturias sintió en su hondura la herida del atentado terrorista.

A primera hora de la ma?ana del jueves 11 de marzo enciendo la radio y oigo las primeras noticias. La confusión es tremenda, aunque se empieza a calibrar la enormidad de la tragedia; ya se habla de día terrible para nuestra historia. El primer fogonazo que uno recibe es el de la tragedia repetida; en la recta de una campa?a electoral alguien pretende destrozar toda regla básica de normal convivencia. Se empieza a palpar rabia, frustración, ira. Aún no sabemos datos para confirmar cuál será la magnitud de nuestro dolor. Me llama Lucía, una compa?era. Oigo sus lágrimas, las primeras de estos días. Me pide que hagamos algo. Inmediatamente le dejo a Jorge, nuestro portavoz, un recado en el contestador. Ya en el Ayuntamiento, el estupor es generalizado; comienzan a saberse algunas cifras, que parecen inconmensurables, ininteligibles, porque las dimensiones del dolor nos hablan de vidas segadas y proyectos truncados que somos incapaces de comprender. Comienzan las preguntas sobre la autoría; la envergadura del desastre nos remite, indudablemente, al 11-S y nadie escapa a esa sospecha, aunque las informaciones apunten a quien lleva a?os golpeando el corazón de nuestra democracia, ETA.
Asisto a las primeras concentraciones. A las 12.00 h frente a la Junta General del Principado de Asturias, la asamblea legislativa autonómica. Muchas caras conocidas y un buen número de ciudadanos anónimos; la solemnidad y preocupación invade la calle. Después, a las 13.00 h, frente al Ayuntamiento de Oviedo, con las mismas características. Llevamos peque?os carteles que rezan: “Terrorismo No, unidad de los demócratas Sí”. En ambas concentraciones, algunas personas, aisladas, sueltan improperios contra los representantes más conocidos de PSOE e IU; verdaderos disparates. Se ruega silencio y se muerden labios para no romper la calma, tan necesaria ahora. Me cuentan que hemos recibido alguna llamada insultante. Los nervios están, ya se ve, a flor de piel.

Algunos parecen estar instalados en una dinámica de cerrazón y permanente acusación al adversario político, entendido como enemigo. En las primeras horas del atentado del 11-M, cuando en el ambiente ya flotaban dudas sobre la autoría de la masacre pero se apuntaba por lo general a ETA, se destapó en ciertos sectores azuzados por las voces más conservadoras y afines al PP el tarro de las esencias derechistas. A?os de continúa criminalización del nacionalismo, de instrumentalización de la lucha terrorista, y de patrimonialización excluyente del concepto de Espa?a han provocado un permanente gesto torcido de irreflexivo rechazo por parte de una minoría radicalizada en la derecha que antes no conocíamos. Quien crispa y alienta este extremismo despierta ciertos fantasmas. La irresponsable acusación de complicidad o condescendencia con el terrorismo que en las semanas previas el Partido Popular había proferido a diestro y siniestro surten su efecto en estos escasos, pero profundamente hirientes, comentarios de estas primeras horas. Actitudes que pueblan de nubarrones la convivencia, aunque, repito, por suerte se circunscriben a ámbitos reducidos.

Las siguientes horas nos permiten ir descubriendo el dolor acumulado en los trenes de Madrid. Son momentos para llamar a amigos y compa?eros que están cerca de la tragedia, para acompa?ar a quienes todavía tiemblan de miedo por este horror que pretende robarnos nuestra inocencia. Vuelan las noticias, las medias verdades, los rumores. Se descubre una furgoneta que ha podido ser utilizada por quien perpetró la matanza. El viernes, en las horas previas a la manifestación, la sensación de intranquilidad que las dudas generalizadas han sembrado llega hasta los tuétanos. Estamos en la era del caos global, de la guerra permanente que ha llegado hasta nuestras puertas. Han golpeado, además, a la clase trabajadora, la que avanza, palmo a palmo, con un esfuerzo y deseo de paz que los dirigentes muchas veces no entienden y, lo peor, no comparten, en la miopía que parece producir la acumulación de poder.
La manifestación en Oviedo desborda todas las previsiones. Las calles revientan con la marea humana. Se cifra la asistencia en unas 250.000 personas (un cuarto de la población asturiana, aproximadamente). Casi no puede uno ni moverse. Los manifestantes nos miramos sin decir nada, flota una comprensión y solidaridad ante el terror que invade todo el ambiente. La marcha es sosegada, absolutamente respetuosa, el civismo es impresionante y gratificador. La gente lo que quiere es que le dejen en paz, recluir el odio y el miedo en un cajón del olvido. El silencio mayoritario es la cara del estupor. Dice Borges que sólo el espanto une a la muchedumbre, y por desgracia parece que tiene razón.
Comienzan a proliferar, poco a poco, las primeras contestaciones frente al juego del desconcierto que protagoniza el Gobierno de Espa?a, que insiste en la autoría de ETA cuando cada vez más informaciones se?alan que el terrorismo islamista puede estar detrás del atentado.

Cuando un Gobierno se escuda en la mentira ante un acontecimiento de las dimensiones del 11-M, pierde toda autoridad moral. Desconozco que clase de naufragio vital invadió a José María Aznar y su entorno cercano. Pero demostraron una falta de altura humana y política asombrosa; una visión de la realidad distorsionada; y sobre todo, una inconsciencia social sorprendente. El Presidente del Gobierno telefoneó directamente a los directores de los medios informativos para confirmar su particular e interesada versión de los acontecimientos; el Ministerio de Asuntos Exteriores difundió a través de los cauces diplomáticos informaciones sesgadas a sabiendas de su más que posible falsedad; las autoridades espa?olas presionaron a los corresponsales de los medios de comunicación extranjeros para que respaldasen las tesis oficiales. Han sido iniciativas que pasarán a la crónica universal de la infamia, y que nunca más deben repetirse si queremos que Espa?a alcance, definitivamente, la madurez política.
A lo largo de la historia hemos visto autoridades manipuladoras de todas las raleas, y la utilización de la falsedad como instrumento de poder ha sido demasiado frecuente. La instrumentalización de los medios de comunicación de masas ha amplificado doblemente la capacidad de tergiversación que las autoridades o ciertos poderes fácticos pueden desplegar. La emoción y el dolor, son, sin embargo, armas de doble filo, porque vienen ligadas a la indignación y la rebeldía. Por fortuna en aquellos días no pudieron ponerle puertas al campo. Además de la providnecial independencia que en particular una cadena de radio, a la sazón la de mayor audiencia, demostró, contamos con fuentes alternativas, hijas también de este desarrollo tecnológico que nos ha traído grandes oportunidades y severos riesgos. La vibración de un móvil sirvió para detonar los explosivos. Pero el teléfono móvil también nos permitió conocer y poner en común, en la tarde del sábado 13, informaciones que el Gobierno pretendía hurtarnos.

El sábado 13 se palpaba la tensión en todas las miradas. Crecía la incertidumbre, primero; la sospecha, después; y finalmente, la repulsa a la mentira. ?Cómo se puede jugar así con la tragedia? ?Cuál es el límite de aquellos que pretenden enga?ar masivamente a la población ante un momento histórico tan dramático como el que vivimos?
A lo largo del día hablo con decenas de personas; todo el mundo quiere compartir los datos que recibe por uno u otro cauce. Nadie quiere permanecer callado o asentir ante las comunicaciones oficiales, llenas de lagunas. Hay una imparable voluntad de recuperar la palabra. En mi entorno familiar, como me imagino que en todas las casas, se comenta y se discute lo mismo. Recibo llamadas de familiares que viven fuera de Asturias e incluso lejos de Espa?a, me preguntan sobre qué está pasando, que le sucede a nuestro país. Me llegan correos electrónicos de amigos y conocidos extranjeros solidarizándose con todos los espa?oles. Comienzan a sonar los mensajes en el teléfono móvil.
La radio adelanta las primeras acciones policiales. Después, sólo cuando ya es imposible ocultar esta información, las confirma el Ministro del Interior. Esto ya nadie lo puede acallar.
Se habla de detenidos marroquíes e hindúes. Pienso en amigos de credo islámico o nacionalidad marroquí, como Mohamed Smaili, de la Alianza Hispano-Marroquí Azhara; sé que sienten lo mismo que yo, también sé que miran a futuro con intranquilidad, porque son igualmente amantes de la paz el progreso y la fraternidad entre pueblos, ahora en riesgo.

El 11-S alentó la islamofobia como nueva exclusión, erosionó los derechos humanos en todo el mundo y otorgó patente de corso para que las fuerzas más reaccionarias impusieran su agenda. Además una inquietante forma de maniqueísmo ha expandido el prejuicio como prisma bajo el que entender la realidad, criterio que muchos rechazamos. El futuro sólo se puede alcanzar desde la razón, el aprecio a la vida humana, la comprensión y el respeto mutuo; el reequilibrio, la cooperación y la cordura como criterios del orden internacional; y la alianza entre las sociedades civiles del norte y el sur, como superación de las diferencias y los obstáculos que construyen, en ocasiones, los intereses geoestratégicos de las potencias, dirigentes y actores económicos y políticos globales.

La tarde y noche del sábado 13 nos introduce en un escenario nuevo. La inquietud ciudadana y la desconfianza hacia las versiones oficiales se multiplican. Me llama Jonás desde Madrid. Está frente a la sede del Partido Popular en la Calle Génova. Su llamada me recuerda a otra similar que me hizo durante una concentración contra la guerra de Iraq en la Puerta del Sol, que acabó con una brutal y desproporcionada intervención policial. Cuando algo sucede en el nódulo central de este país, siempre algún asturiano te hace llegar directamente su impresión, como extensión de nuestro pueblo allá dónde se encuentre. En este caso Jonás me cuenta la indignación superlativa de los manifestantes, y su convicción de que estamos ante momentos decisivos para el futuro, en los que es necesario actuar para desenmascarar la manipulación a la que pretenden someternos.
El ambiente está sin duda, caldeado. Circulan toda clase de hipótesis, muy preocupantes, sobre movimientos del Gobierno ante el desbordamiento de los acontecimientos. Se habla de presiones a la Junta Electoral de Central, incluso del posible aplazamiento de las elecciones del día siguiente. A pesar de las evidencias el Ministerio del Interior continúa subrayando como línea principal de investigación la autoría de ETA ?Qué pretenden? ?Quién les cree aún? Un compa?ero, Jesús, me alerta del cambio sorpresivo de programación en TVE, incluyendo en la parrilla la película –magnífica, por otra parte-, “Asesinato en febrero”, sobre el atentado que costó la vida de Fernando Buesa y su escolta, perpetrado por ETA. ?Cómo tienen la desvergüenza de utilizar a las víctimas del terrorismo para avalar sus planteamientos en este momento? Es el fin de fiesta manipulador de TVE, que en estos últimos a?os de Gobierno del PP ha ejercido un papel lamentable de sicario mediático del poder,
Salgo a la calle. También en Oviedo se produce una concentración, en gran medida espontánea, frente a la sede del Partido Popular. Quiero ver cómo discurren las cosas, aunque no me sumo a la concentración. Aunque creo que es preciso no alimentar la crispación y el nerviosismo, comprendo perfectamente la rabia y las pretensiones de los manifestantes. Entre ellos, compa?eros que reorientan acertadamente las voces mayoritarias de la concentración, evitando los insultos y uniendo gestos de solidaridad con las víctimas de Madrid con reclamaciones de transparencia y verdad al Gobierno.
En la jornada electoral, por fortuna, las cosas discurren con tranquilidad. Un nuevo ejercicio de civismo inunda los colegios electorales. Los ciudadanos asumen su responsabilidad. A la hora del recuento, empiezo a recibir llamadas y mensajes, de compa?eros, amigos y familiares. Los espa?oles acaban de revivir lo más puro del espíritu democrático y mayoritariamente rechazan toda clase de desinformación, manipulación y belicismo.

Los acontecimientos del 11 al 14 de marzo tuvieron dos protagonistas. Uno fue, sin duda, el horror, aquello que nos recuerda el podrido eje sobre el que giran muchos acontecimientos de la historia. El terror de Madrid es el de Nueva York o Bali, pero también el de Faluja o Jenín. Episodios de la misma locura humana, con distintos elementos. Una dramática encrucijada se abre ante nosotros.
El otro protagonista fue la ciudadanía consciente, crítica y democrática. El actor principal, que reclamado insistentemente a escena finalmente aparece, recuperó para nuestro país el sentido, la libertad, la serenidad y la paz. La infinita luz de esperanza que porta nos indica el sendero.

Publicado en VV.AA. "Pázsalo. Multitud en rebelión", Editorial Fundamentos, Madrid, 2004